Desde la Marcha Mundial de las Mujeres de las Américas seguimos con dolor y preocupación la situación de nuestras compañeras de Colombia y Palestina, ambas naciones pasan por momentos de desestabilización social y luchas internas cuyo principal responsable es el capitalismo patriarcal que en sus intentos de mantener la dominación atentan contra los territorios, los pueblos y afecta directamente a las mujeres. Denunciamos la situación de Colombia, donde hay una marcada erosión de la credibilidad de sus instituciones, en la que más de siete millones de sus habitantes viven con aproximadamente 39 dólares mensuales y el 46,7 % de las mujeres se encuentra en situación de pobreza; donde continúan las desapariciones forzadas, sin que se haya adoptado una política integral para prevenirlas; país en el que las juventudes, cada vez más afectadas por la desocupación y la pobreza, es de los sectores más activos en estas muestras de necesaria desobediencia ante el gobierno que controla y criminaliza todas las prácticas que se oponen a él. Acompañamos y apoyamos a ese pueblo y en especial a sus mujeres que a más de un mes del paro ya puede mostrar algunos resultados de sus luchas. Reconocemos que aún no es suficiente pues el pueblo merece mejores condiciones de vida, negociaciones sobre la base de unas agendas que contemplen reivindicaciones y un gobierno que realice su gestión en función de las personas y no para monopolios, terratenientes, transnacionales, narcotraficantes, en fin las mafias capitalistas. Cuando nos acercamos a las realidades que sufren nuestras compañeras de Palestina crece la rabia al ver como muchas que tuvieron que abandonar sus hogares junto con sus hijas e hijos por temor a los ataques israelíes en la bloqueada Franja de Gaza, ellas continúan pagando los precios más altos de la ocupación. Han llenado, junto a sus familias refugiaron en escuelas pertenecientes a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) y varias han muerto o visto morir a sus hijas o hijos ante una invasión que continúa utilizando la religión como pretexto. ¿De qué religiosidad hablamos cuando ha costado la vida de al menos 66 niños y niñas? ¿De qué religiosidad hablamos cuando todo un pueblo se ve obligado a abandonar sus tierras, sus raíces, a ver destruidas sus casas, a separarse de sus familias…? Basta ya de robar el derecho del pueblo palestino a soñar con un días mejores, basta de someter a sus mujeres, niñez y ancianidades a vivir con miedo y pánico, a la desesperanza. Las Fuerzas de Seguridad israelíes deben retirarse de los territorios palestinos, permitir y garantizar el ejercicio de las libertades de expresión, asociación y reunión. Ninguna fuerza debe ser utilizada contra aquellos que ejercen estos derechos pacíficamente. Por todo esto condenamos de la forma más tajante estas acciones, nada puede estar por sobre la vida de ninguna persona en nuestra tierra, y nada está por sobre el derecho a manifestarse, como parte esencial del ser humano. Rechazamos todo tipo de abusos, físico, psicológico, sexual en contra las personas, nos hacemos eco y nos sumamos a la denuncia de la comunidad internacional en contra de toda violación de derechos fundamentales que, de forma reiterada sufren los pueblos de Colombia y Palestina.
¡Resistimos para vivir, marchamos para transformar! We resist to live, we march to transform! Nous résistons pour vivre, nous marchons pour transformer ! Resistimos para viver, marchamos para transformar!