El día 18 de octubre, una acción de rebeldía juvenil efectuada por los estudiantes de la enseñanza media, provocó una cadena de acontecimientos que derivarían en una movilización ininterrumpida hasta el día de hoy, que refleja el descontento social de millones de chilenas y chilenos en el país producto de las inequidades económicas, políticas y culturales hacia la población. Las mujeres desde hace muchos años no hemos estado ajenas a las movilizaciones sociales y aún mucho más, marcamos la agenda del año con nuestra marcha del Día Internacional de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo del 2019. En aquella fecha fuimos protagonistas de una movilización masiva de más de un millón de personas que convocada y coordinada por el movimiento 8 de marzo, marcó un hito en las movilizaciones públicas en nuestro país.
Por eso nosotras pensamos que la revolución social en Chile, estaba en estado de hibernación, a punto de florecer en cualquier momento y eso fue lo que en efecto sucedió, "Chile despertó" fue la consigna coreada por miles y miles de voces a lo largo del territorio. Y el gobierno incapaz de controlar este estallido social actúo con lo que siempre ha tenido a su favor, el uso de la fuerza para reprimir y acallar el descontento popular. Bajo esta incapacidad de reconocer que este sistema no se sostiene, suspendió la APEC, que se desarrollaría en el mes de noviembre, que bueno dijimos nosotras, pero además suspendió la COP25 que se efectuaría los primeros días del mes de diciembre. Los pilares del sistema neoliberal y del "desarrollo impulsado por el mercado" y exportado hacia el mundo desde Chile, se van derribando a medida que la realidad de la creciente desigualdad e injusticia social se manifiesta y lo mismo sucede con la crisis climática que afecta al planeta y que aumenta día a día. Durante décadas, las mujeres y los movimientos feministas hemos presentado un análisis y levantado propuestas sobre los derechos humanos, sociales y culturales para cambiar hacia un mundo más pacífico, equitativo, solidario y justo, para un buen vivir, exigiendo una revolución que libere a las personas de sistemas esclavizantes e interconectados bajo el consumismo, endeudamiento y falta de oportunidades socio-culturales; bajo este capitalismo que exacerba la extracción de recursos, la explotación laboral, el racismo, la colonización, la mercantilización de la naturaleza y de nuestros cuerpos, acentuando el militarismo en los territorios y la hegemonía imperialista. Por eso, los movimientos sociales y las mujeres dijimos no hay COP, si hay Cumbre de los Pueblos,y por eso las mujeres mantuvimos nuestra planificación, con la convicción que los defensores de los derechos humanos y los defensores de los derechos ambientales en nuestro país seguíamos sosteniendo nuestras propias propuestas, alternativas a las falsas soluciones que plantean las corporaciones y los gobiernos para la reducción de los emisiones de gases efecto invernadero. Planteamos en esos momentos, que independientemente que la COP25, se fuera a España, la crisis medio ambiental en Chile, no se acaba, como tampoco se acaban los efectos del cambio climático. La crisis ambiental es también crisis social. Y el mundo no quitará los ojos de Chile, ni se mantendrá indiferente a lo que sucede y lo que el pueblo exige: Salvemos la Tierra, cambiemos el Sistema. y eso sólo lo podemos lograr a través de una Asamblea constituyente para una nueva Constitución.