En toda vida hay un momento de inflexión en el que tomamos una decisión y cambiamos el rumbo. Ese día para mí y otras, fue en el que nos enteramos del femicidio de Mayel Hernández. Entonces, nació la necesidad de hacer algo mas ante la violencia machista y con ella el Voluntariado Mayel Hernández, programa de formación y acompañamiento a mujeres en situación de violencia machista que ha liderado la Colectiva Tinta Violeta, organización parte de La Araña Feminista-MMM Vzla.
Mayel, era una joven bailarina, estudiante de la Universidad de las Artes, militante del movimiento de Pobladores y Pobladoras, madre de una niña que llevaba a cuestas el estar siendo acosada por el padre de su hija. Ella trató de pedir ayuda, fue a la policía y los funcionarios faltando a su deber la disuadieron de no interponer la denuncia. Meses después Mayel fue asesinada por el hombre que No denunció. Por años hemos sido feministas, nos hemos plantado en la calle buscando que mejoren las condiciones en el sistema de protección y de justicia para aquellas compañeras que están en situación de violencia. Entre amigas, emprendimos la labor de dar talleres aquí y allá para que otras y otros entendieran la terrible desigualdad que genera la violencia machista en la sociedad, para que se apropiaran del funcionamiento del ciclo de la violencia en el entorno de una pareja, para que se conocieran para que juntaran sus voluntades a las nuestras. Pero, cuando nos enteramos que asesinaron a Mayel, ese día, nos dimos cuenta que hubiésemos querido haber hecho mas, pensamos que de repente si ella o una amiga de ella hubiese tenido la oportunidad de llamar a algún lado para preguntar qué hacer ante la violencia de la ex-pareja, de repente… quizá aún estaría viva. En la colectiva reflexionamos buscando entender cómo podíamos contribuir de una manera concreta. Mirándonos, escudriñando en nuestras historias descubrimos que nuestro peor enemigo era el miedo, el miedo al sistema, el miedo a estar solas frente al agresor, el miedo a perder nuestra prole, el miedo, ese poderoso sentimiento que sólo logramos derrotar juntándonos, dándonos la mano, arrimando el hombro. Nos dimos cuenta que quienes sobrevivimos y escapamos lo hicimos gracias a las mujeres que estuvieron allí con su amor y solidaridad. En el voluntariado Mayel Hernández no atendemos, sino que acompañamos, nuestro objetivo es estar ahí, con ella, no dejarla sola, es estar pendiente, es estar al tanto, es recordarle que tiene cita en la fiscalía y hacer la cola con ella, es enfrentarse a las y los funcionarios cuando no quieren recibirle la denuncia, es buscar hasta debajo de las piedras si una chica está desaparecida, es acompañar desde el amor, escuchar desde el amor y luchar por ella desde el amor. Siempre se piensa que para atender a quien está siendo violentada por el patriarcado es necesario ser trabajadora social o psicóloga, y aún que no decimos que estos conocimientos no son necesarios, en el voluntariado Mayel Hernández tener o no esas profesiones no es impedimento para participar. El voluntariado parte de un proceso de formación que dota de las herramientas necesarias para acompañar cuidando y cuidándonos. Lo importante para ser acompañante, el requisito sine qua non es estar dispuesta a estar sin juzgar, sin tomar decisiones por quien necesita recuperar su voz, es entender que a veces una mujer no está lista para salir del ciclo y debemos respetarlo, es saber que puede volver mil veces con el agresor, pero que si estamos ahí, quizá en la mil una vez por fin logre irse y salir del ciclo de violencia, es estar dispuesta a poner el cuerpo por la mujer que te llama, por la adolescente que asustada nos busca en Instagram y no se atreve a dar ni su número telefónico. El primer grupo que se formó fuimos nosotras y nuestras amigas, aquello quería ser un taller y terminó siendo un diplomado, la Sede de Tinta Violeta se llenó de debates intensos para determinar cuál era nuestro lugar de enunciación. Nos adentramos entonces en la compleja red de opresiones, asumiendo el acompañamiento desde la sororidad, con perspectiva feminista e interseccional, porque sabemos que ser pobre, o indígena o de la tercera edad o con alguna discapacidad te aleja aún mas de la justicia, de la posibilidad de ser escuchada. Muchas hermanas y algunos hermanos, hoy conformamos la Red de Acompañamiento Territorial, ese que nació un día sentadas haciendo una pancarta junto a la hermana Mayel. La Red ya no funciona sólo en la Sede de Tinta Violeta, ni siquiera sólo en Caracas, está conformada por compañeras de 15 estados del país enlazadas en el acompañamiento amoroso y la certeza que no estamos solas, somos muchas, somos decenas, somos cientos, somos miles y seremos millones.
¡Resistimos para vivir, marchamos para transformar! We resist to live, we march to transform! Nous résistons pour vivre, nous marchons pour transformer ! Resistimos para viver, marchamos para transformar!